martes, 26 de junio de 2012

Close to the edge.

Hora punta en la ciudad, ritmo frenético, el va y viene de la gente, un Muscle Cars naranja cruza a gran velocidad delante  de un taxi que seguía la ruta hacia quién sabe dónde indicada por un cliente, al parecer muy exigente. El taxi continúa su camino tras la interrupción, gira de una forma algo brusca, adelanta a otro coche, vuelve a su posición y para delante de un paso de cebra en el que la luz roja del semáforo se ha encendido.
En ese instante una mujer de unos 50 años, demasiado maquillada y que lleva un vestido de flores algo holgado cruza por ese mismo paso de cebra, a su lado está una mujer, apellidada Haskins, una joven promesa de la abogacía que anda deprisa para llegar a una reunión en un edificio ubicado dos manzanas más allá. Haskins pasa delante del escaparate de la tienda de su amiga Anna, la cual está vistiendo a los maniquíes en el escaparate con la nueva colección, se saludan con un movimiento de manos y una sincera sonrisa, gira la esquina y allí está el chico de los periódicos al que un hombre mayor le está contando algunas de sus peripecias de juventud.
En ese momento aparece un Terrier retriever marrón, pasa delante del puesto de perritos calientes, y sin que nadie se dé cuenta, recoge un trozo de pan con ketchup que hay en el suelo, y se va contento por un callejón. Mientras la dueña de ese perro lo busca desesperadamente, cruza la calle, pregunta a toda la gente.
Una de las interrogadas es una chica adolescente, Shirley, alisa su nueva falda plisada magenta mientras piensa en su cercana graduación.
Mientras ella divaga el Muscle Cars naranja de antes sigue a la misma velocidad de antes, o incluso más, recto, no se detiene ante nada ni ante nadie. Un choque.
Hora punta, ritmo frenético, el va y viene de la gente, un Muscle Cars parado en un paso de cebra, sangre, un cuerpo pequeño y joven yace en el suelo sobre un charco rojizo, tiene una falda plisada magenta, por el aspecto parece recién estrenada. Gritos de auxilio, llamadas, perfumes y aromas que se mezclan, asfalto caliente, parón en un punto de la ciudad; sirenas, ruido, mucho ruido, ambulancias y coches de policía, una camilla de hospital. Y es tarde.
Tal vez fue un casualidad aquel encuentro, o era algo que tenía que pasar. Porque tal vez y solo tal vez, si aquel taxi hubiese pasado delante de aquel Muscle Cars reteniéndolo unos minutos o aquella dueña del perro hubiese entretenido un poco más a Shirley nada de aquello hubiese sucedido.
Las tres y pocos minutos de la tarde. La misma ciudad, aunque más silenciosa. Familias reunidas en la misma mesa para comer, o parejas, o trabajadores comiendo su almuerzo; algunos ven las noticias y otros no. El mundo sigue igual, imparable, con una carcasa indestructible. Y tú sigues ahí, con dudas y promesas, con "peros" y "puede". Y tal vez ahora, o dentro de un minuto, o mañana, o dentro de 5 años estés perdiendo una oportunidad, por el simple hecho de esperar y no buscarlas por ti mismo.