domingo, 8 de abril de 2012

Relato (segunda parte) ``El cielo puede esperar´´.

El bosque, aquel lugar que ansiaba explorar. Ali es de esa clase de chicas que no se suele detener ante nada ni nadie, se le puede llamar cabezota, pero gracias a eso casi siempre lograba lo que se proponía, algo que muchos quisieran hacer, aunque a veces no fuese lo mejor.
La pequeña abandonó aquel lugar donde se encontraba para adentrarse en la espesura de árboles y arbustos.
Con su altura no necesitaba esquivar las ramas de los árboles más bajos, por una vez le servía de algo ser bajita.Siguió caminando hasta que encontró un claro, se había alejado bastante de donde se encontraba su padre, pero para ella en aquel momento nada importaba, sólo el aquí y el ahora.
Había dado con un valle, al cual un sol resplandeciente alumbraba, sería mediodía, pronto también sería hora de comer y hora de volver.
Un ruido sacó de sus pensamientos a Ali, algo parecía haberse escondido entre unos arbustos al notar su presencia. Se dirigió al lugar de donde provenían los ruidos, apartó unas cuantas ramas y descubrió a un niño, de su estatura, algo más alto quizás.Pelo negro, como el negro de una noche cerrada y sin Luna.Ojos inmensos, brillantes y pardos, sin embargo parecía que algo se escondía tras su pupila, algo que le preocupaba, le inquietaba.
Iba vestido con ropa algo vieja, rasgada y azul.
Cuando Ali lo miró por primera vez le transmitió varias sensaciones. Transmitía libertad, rebeldía, valentía, algo de inseguridad y confianza, mucha confianza.Era extraño, como si lo conociese desde siempre, como si hubiese crecido a su lado, como si hubiese compartido sus días junto a él.
-¿Quién eres?-preguntó intrigada Ali..
-Yo ¿no lo ves?.
-Me refiero a tu nombre ¿cómo te llamas?
-¿Nombre? Yo no tengo se eso.
La interrogación crecía en la mente de Alice, quería saber a toda costa quien era él.
-¿Cómo no vas a tener nombre tonto?Todo el mundo tiene un nombre.
-No soy tonto, sólo que simplemente no tengo nombre.
-¿Y por qué no?
-Cada persona tiene un nombre por el que ser reconocido, pero esa persona también debe tener alguien que lo reconozca, alguien que lo llame por su nombre, ese nombre que alguien le puso un día.Yo simplemente no tengo nombre porque no tengo a nadie que me llame por él, a nadie que me haya puesto uno.
Aquellas palabras entristecieron a la niña, hicieron que sus ojos humedeciesen, aquel chico le daba pena, mucha además.Así que ese era el misterio escondido en sus ojos, soledad.
Estaba solo en el mundo, sin nadie, solo se tenía a el mismo, nadie más.El chico sin nombre.
-¿Quieres que te ponga uno?-preguntó inocentemente Alice.
-¿Para qué?Si nadie me llamará por él-contestó secamente el niño.
-Yo te llamaré por él-sonrió tras pronunciar esas palabras.
Esas palabras provocaron un extraño sentimiento en él.Alguien se preocupaba por él, alguien le prestaba atención.
-¿De verdad?
-De verdad.Y no una vez, muchas, siempre.Lo prometo.
Ali puso su meñique delante de la cara de el chico.Este la imitó y unieron sus dedos.
-Te lo prometo.
Y tras sellar aquel pacto con esas tres palabras separaron sus dedos.
-¿Sabes que siempre mucho tiempo?
-Si, lo se.Pero cumpliré mi promesa ¿recuerdas qué lo he prometido?-dijo enseñando su meñique de nuevo.
-Es verdad-sonrió.
-Ah, te tengo que poner un nombre si te voy a llamar por él.
Tras pensarlo un buen rato la niña dijo:
-Adsíz.
-Me gusta, pero es un poco raro ¿no?
-Tú eres raro-rieron juntos.
-Pero prefiero llamarte AD, simplemente.
-Eso me gusta más-reconoció.
-Yo soy Alice, llámame Ali.
-Vale, Ali-se miraron sonriendo- encantado.
Volvieron a reír juntos, nuevamente.Tras aquella peculiar presentación corrieron juntos, riendo, perdiéndose entre los árboles,persiguiéndose el uno al otro, formando una amistad fuerte, eterna, infinita.
Pararon un momento para coger aliento, Ali se sentó sobre una gran roca mientras respiraba profundamente, cansada, pero feliz, aquel día, aquel momento merecía realmente la pena.
AD la imitó, se sentó a su lado.
-¿Sabes a quién me recuerdas?-preguntó Alice.
-No ¿a quién?

Continuará...

                

miércoles, 4 de abril de 2012

Relato (primera parte) ``El cielo puede esperar´´.

Pájaros que cantan, nubes que se levantan y un sol que ansía mostrar sus más ardientes rayos.
Todo era exactamente igual a todas las mañanas, o casi todas.En la costa del país últimamente el tiempo era bastante bueno, y sus habitantes lo agradecían tras un invierno un tanto lluvioso.
La primavera ya hacía acto de presencia.
En aquella ocasión un tímido rayo de sol se coló entre las cortinas y su calor acaricio delicadamente la piel de aquella niña.
Alice o Ali, una pecosilla pelirroja de unos 6 años de edad, de los cuales presumía cuando alguien preguntaba.
Aquella pelirroja de pelo largo, ojos claros y carácter fuerte estaba de vacaciones, precisamente hoy comenzaban, su padre la noche anterior prometió llevarla con el a pescar.
A ella en realidad lo que le gustaba no era ni la pesca ni las cañas, sino el río y el bosque.
Aquellos lugares para ella eran mágicos, como los de los cuentos que su madre le solía contar no hace mucho, llenos de magia, de hadas y duendes, y quien sabe, puede que muchas cosas más.
Era temprano, aún quedaba un par de horas para que se fuesen, pero la niña prefirió salir de la cama con un enérgico salto.Cogió su nueva bata azul, si, esa que le compró su madre la semana anterior, y descalza corrió rumbo a la cocina.
Se preparó su tazón de cereales "Trix", de esos de colores que en la caja tienen dibujado un conejo blanco al cual le dibujaba bigote y gafas cuando tenía la ocasión, y acto seguido echó leche.
Se los comió en el salón, tranquilamente, mientras veía a "El coyote y el Correcaminos".
-Ali ¿qué haces despierta tan temprano?
La pequeña se encogió de hombros y siguió comiéndose su desayuno.Cuando su padre se tomaba tranquilamente su café y leía tranquilamente el periódico, Ali se dirigió a la cocina, la cual la recibió con un agradable olor a café recién hecho, decidida cogió la mano de su padre y tiró de el fuertemente.
-Vamos, que llegamos tarde-dijo inocentemente la niña.
-Ali, suéltame, que aún queda mucho tiempo.
-No-respondió la niña secamente.
Tras ese rotundo no se tumbó en el suelo y empezó a patalear y chillar, esa táctica siempre funcionaba con su padre, a diferencia de su madre.Harto de aquello el padre de Ali cedió.Algo más tarde ya estaban recorriendo el asfalto con el viejo Ford burdeos rumbo al río.
Una vez bajaron del coche, sacaron los trastos del maletero y encontraron un sitio a la orilla del río donde dejarlos Ali comenzó su particular aventura.
Todo era tan mágico, tan extraño, tan especial para ella.De algo tan simple ella podía hacer un mundo.Miraba las cosas de otro modo, otra perspectiva, otro plano, casi siempre diferente al del resto.
Asomada a la orilla de aquel río podía contemplar a través de sus aguas cristalinas como los peces se movían rápidamente, casi en un susurro.Hacían brillar sus escamas bajo el agua, que junto con los rayos de sol, daba la  impresión de que eran de bonitos y vivos colores.
-Parecen sirenas-soltó, acto seguido una bonita sonrisa se dibujó en sus pequeños labios.
Se quedó embobada por aquel efecto óptico varios minutos, mientras, también seguía el recorrido que efectuaban algunos peces.
Más tarde dejó aquello para centrarse en algo que le llamaba más la atención: El bosque.

Continuará...

lunes, 2 de abril de 2012

Amor que es como la energía, que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Unos centelleantes ojos en medio de una inmensa oscuridad.
La oscuridad de una noche que sólo consigue romper aquel foco de luz pálida y en ocasiones excepcionales, algo tenue.La luna.La luna de aquella noche era inigualable, inmensa, mágica, embriagadora.
Pero no era inigualable a aquellos ojos, nada era inigualable a ellos.
Esos ojos que se abrían paso entre la noche.Esos ojos verdes que habían sufrido tanto y habían derramado demasiadas lágrimas.
Aquellos mismo ojos que un día mostraron felicidad en estado puro, esa clase de felicidad que es casi inalcanzable, inaccesible, esa felicidad que sólo pueden poseer algunos afortunados y no cualquier persona.
Pero también aquellos mismos ojos que un día reflejaron el miedo, la inseguridad, el temor a perder demasiado , no a perder demasiada cantidad de cosas, si no, a perder a alguien demasiado importante.
Alguien que la completaba, que si se fuese rompería sus esquemas, su vida, sus límites.
Alguien que podía hacerla la persona más feliz del mundo, y a la vez la más afligida, la más libre, y a la vez prisionera.
¿Y qué sentía por ese alguien le podía dar todo y quitarle tanto?¿Cariño?¿Devoción?¿Apego?No.
Amor.
Amor del bueno, de ese tan fuerte que te sacude el pecho, del que no te deja respirar.
Amor del de pensar cada segundo, sonreír sin motivo.
De esa clase de amor que es como la energía, que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Se transforma en caricias, susurros indescriptibles de una noche cualquiera, roces de labios que esperan unirse lo más pronto posible y palabras de amor, las más sinceras que nunca jamás alguien escuchó o escuchará.