viernes, 6 de julio de 2012

Y cuentan que un verano voló y se dejó el corazón debajo de la cama, que le dijo que no volvería, que no la esperara.

Fue algo fugaz, casi inexistente, como un suspiro frente a una ventana en pleno enero.El vapor cálido que salía del interior de su cuerpo desaparecía en un frío cristal sin ser visto.
Caminaba indeciso por la acera, aún con una fina cobertura de hielo en algunas partes de ella, caminaba con cuidado para no resbalar.La nieve ya hacía acto de presencia en el capó de algún que otro coche, cuyo dueño no estaba muy por la labor de quitarla.La nieve acompañaba a algunos bancos solitarios, que carcomidos y desgastado por el paso del tiempo y las lluvias aceptan con agrado aquella silenciosa compañía, tampoco es que pudiesen evitarlo.
Aún es temprano.El tímido sol que calienta algunos de los carámbanos que cuelgan de los tejados aporta algo de alegría a aquella fría mañana.
En la calle tan solo se encuentran un señor mayor, con las cejas muy pobladas y blancas, del mismo color que el poco pelo que adorna su cabeza, una mujer y su hijo de unos cinco años, la mujer es morena, de pelo rizado, el niño abraza a un osito de peluche blanco con un lazo morado, un camarero fuma un cigarrillo enfrente de la puerta del bar de la esquina.
Sigue andando, sin seguir ninguna idea preestablecida con anterioridad.Llega hasta un descampado en el que la hierba verde aún sigue ahí, pero no tardará mucho en quemarse por el frío de la estación.Decide sentarse en un lugar al azar, sin ninguna preferencia.Se sienta delicadamente, se acomoda el abrigo y la bufanda y se quita los guantes.Apoya sus manos en el suelo y siente como poco a poco se le congelan los dedos, pero no le importa, al contrario, le gusta, o al menos lo prefiere ante otro dolor, el dolor de la ausencia, de cuando una persona estaba ahí y ya nunca podrá volver a despertarte con un suave beso, ni aunque pidas ese absurdo deseo al soplar las velas de una tarta de cumpleaños o cuando se lo pidas a una estrella fugaz, quizás se quede la esperanza, pero sabes que nunca se va a cumplir, y te burlas de la absurdez de aquella patética hipótesis en la que unos cuantos idiotas confían.Es algo irreversible.
Cuando se "desvaneció" todo dejo de existir, o mejor dicho, todo seguía ahí pero nada me parecía igual.
Se llevó una parte de él, dejándolo incompleto.Tal vez se dejó la mayoría de su vida perdida entre su pelo o en cualquiera de su cartas que se escondían debajo de una cama, y tal vez nadie las descubra jamás, o cuando las descubra será demasiado tarde para buscar un autor o un propietario.
Se extravió el corazón, anteriormente encerrado en su esqueleto, puede que con sus leves roces de labios, y ahora, a falta de ellos, a decidido abandonarle a su suerte.Aún así, ni acolchándolo con recuerdos plasmados en viejas fotografías de un verano ya marchito, se disponía a volver a ser como antes, se negaba a latir a ese ritmo frenético que antes lo caracterizaba, aprendió demasiado, se volvió un viejo zorro que, mientras fumaba un Chesterfield recordaba dolorido como puñaladas en lo más hondo de su ser a su amor, quizás no fue su primer amor, pero sí su verdadero amor.Cada arruga que mostraba era algún suspiro en una oscura noche.La luz ya no se acomodaba en el como antes, ha decidido criar telarañas y cubrir todo con sábanas blancas para dejar atrás en el camino aquel amargo recuerdo de un prototipo de "vida feliz" que ya no podrá ser ni lo segundo ni lo primero.

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