domingo, 15 de septiembre de 2013

The search of beginnings.

Algún día sabrás porque todo lo que tocas se desvanece, porque lo realmente importante no alcanza a nuestras manos, huye por lo poros de nuestra piel allá donde no pueda ser destruido o masacrado. Son ese tipo de cosas que constituyen nuestros pilares, y como todo sustento, debe ser protegido.
Y quizás cuando hablamos de este tipo de cosas nos referimos a algo que sentimos tan nuestro y se nota en lo hondo del pecho, hacemos referencia a "nuestros hogares", pero yo siempre he sido de la opinión de que un hogar no es lo mismo que una casa, un hogar (para la gente que sabe de vivir) son personas, y como las personas, si nos envuelve con su olor y calidez ya pueden formar parte de nosotros, y viceversa.
Y tal vez, cuando hagamos una larga travesía, hayamos sentido que nos han arrancado y dado muchas cosas en la vida y hayamos encontrado un hogar, un lugar al que pertenecer, alguien nos preguntará que dónde se encuentra dicho hogar, y entonces, y solo entonces, responderemos con el nombre de la única cosa importante que se ha quedado a nuestro lado, ignorando el peligro que corre de ser dañada y que dejará que nuestras manos la toquen para poder estrecharla entre nuestros brazos.

miércoles, 10 de julio de 2013

De latidos y de cielos compartidos.

Sonrisa triunfante, y por tanto conducta de triunfador. Cucharilla y sabor a nata, bizcocho y fresas.
Época de fiestas y familia, la nieve incesante, niños impacientes, envolturas de regalos aguardando su final bajo un abeto perfectamente decorado con motivos navideños y... Yo.
A esta última frase le sentaría de maravilla aquello de: ¿Qué palabra se ha colado aquí? Entonces, obediente y con cara de inocencia levantaría la mano confesando mi culpabilidad. Yo. Pero es que yo nunca formé parte del mural de los acontecimientos, ni el de los perfectos compañeros, amigos o amantes. Culpable.
¡Qué perfecto idiota!
Con su reluciente despacho en la empresa más prestigiosa de la ciudad, su maravilloso puesto, el primero de su promoción, padres sonrientes, vida perfecta.
Sacar las llaves del bolsillo del abrigo, abrir la puerta de su hogar, mortífera soledad. Siempre me ha gustado el otro punto de vista, el de la aparente perfección.
Es que, una vez que estás dentro del pellejo del que está bajo la atenta mirada acusadora de la pretenciosa perfección la cosa pierde cierta gracia.
Bueno, pero esta no va a ser la historia del niño bien frustrado por los deseos de sus padres.
En cierto modo, sí sería así, pero a cada uno le basta con sus propias manos para asfixiarse.
Creo que mi pecho nunca se había sentido oprimido, hasta el momento clave del impacto y las posterior devastación. O mirándolo desde los ojos del propietario de la caja torácica (en la cual temblaba cada vertebra con la simple contemplación de un amanecer desde cierto momento de su vida), sobre su pecho siempre había hecho de las suyas (al parecer) toda la presión acumulada en los confines del mundo, pero cuando se daban las condiciones necesarias, la presión volvía a sus orígenes. Pero ahora volvía a estar hambrienta, y acechaba a su víctima con más ganas que nunca.
Qué bonitas las tardes en la casa de campo de la abuela. Recuerdo sus grandes gafas, su pelo rizado y sus modos y costumbres. Nunca le cogió el truco a aquello de envejecer.
Creo que en las mismas fechas que nos encontramos se sitúan aquellos recuerdos, solo que años atrás.
Mamá y papá llegarían pronto esta vez, dijeron que saldrían temprano, así que llegarían a tiempo para la hora de la cena, mientras concluíamos con los preparativos de la mesa y la comida se escucharon estruendos en el jardín.
Mi nana y yo salimos. Eran chisporroteantes y coloridos fuegos artificiales que parecían situarse justo enfrente de la Luna. Era un niño miedoso, así que me llevé las manos a los oídos. Detestaba y temía los ruidos fuertes casi tanto como la oscuridad.
Nana me las cogió delicadamente y me las llevó hasta el lugar donde se sitúa cierto órgano vital (que, por lo visto, es el causante de muchas catástrofes en la vida sentimental y no tan sentimental de una persona).
-¿Ves?¿Notas como las explosiones son como nuevos latidos en el cielo, y que las nubes se desvanecen y desobstruyen tu pecho? Yo siento plenitud.
Volvimos al interior de la casa, unos minutos después de que entrásemos sonó el teléfono. Mamá y papá tardarían, la promesa de llegar en el momento justo esta vez se volvieron a esfumar, por tercer año consecutivo.
La abuela cocinaba, yo, mientras tanto, veía un programa especial navideño para niños. Bueno, exactamente no lo veía, simplemente clavaba mis ojos en la pantalla mientras reflexionaba, y cuando por fin mi cabeza estuvo a punto de echar humo surgió una pregunta de la nada.
Fui a la cocina, pero no había nadie. Y como de costumbre, en esas ocasiones que nadie miraba, iba a la despensa a coger reservas de galletas.
Al girar el pomo y al abrir la puerta me encontré el delicado y rechoncho cuerpo de la abuela en el suelo. Agonizaba aún.
Pedir ayuda en ese momento me resultó algo secundario, estaba cegado por los nervios, y empujado, quizás por un impulso egoísta, o tan solo de un niño asustado, corrí a su lado, me agaché y posé lentamente sus cabeza en mis rodillas. No lloré.
-¿Nana?
No hubo respuesta, solo intentos de sobrevivir.
-Nana, ya lo sé. Ya sé porqué las nubes no se iban de mi pecho.
De pronto noté un cambio en su mirada, una mirada aparentemente comprensiva y protectora, pese a los acontecimientos.
-La Luna es la que hace que las nubes se vayan para que dejen latir a esas preciosas luces centelleantes que explotan allá en lo alto, es su momento de gloria, y no quiere que nadie se lo estropee. Pero la Luna se lo hace entender a las nubes de una forma dulce. Como tú lo haces conmigo, y como lo has hecho también esta noche. Se lo has hecho entender, y mira Nana -llevé mi pecho a su oído derecho- ¿Ves?¿Notas, tú, mi Luna, como has hecho disiparse la niebla y las nubes de aquí? Yo siento que tú eres mi plenitud.
Para cuando escuché la puerta del recibidor abrirse tras varios intentos con el timbre, la Luna estaba en lo alto del cielo, presidiendo aquel mantel nocturno, completamente llena. Y yo, para entonces ya había empezado a correr y a dejar atrás varios metros al cabo de los minutos. Parón brusco. Manos sobre las rodillas, espalda encorvada e intentos de normalizar mi acelerada respiración. Me tumbé sobre el manto blanco que recubría lo que en sus días de primavera fue una alfombra de flores, y con mis cinco sentidos sentí el primer latido verdadero de aquel mecanismo incomprensible al que llamamos corazón.





miércoles, 26 de junio de 2013

Noches de tormenta y últimos suspiros.

Aún recuerdo tu nombre, ha llovido mucho desde entonces, pero aún perdura en mi memoria, pero ya conozco la infinita batalla que libra ésta última con mi cabeza, mi razón, mi cordura, y es el amasijo de estas lo que no me permite catalogarte por un nombre propio, tan siquiera un pronombre, pese a que esto atribuiría cierto misterio a esta reflexión que está teniendo lugar ahora mismo en  mi cabecita y plasmo con tinta en cualquier papel arrugado. Pero creo que ya tenemos la suficiente confianza para andarnos con rodeos.
Sospecho que desde que me abandonaste (sé que quizás dramatizo demasiado, pero soy sincera, tan siquiera hago un esfuerzo por camuflarlo, es lo que sentí cuando dejaste de latir cerca de mí, ni siquiera estabas ya en la ciudad, creo que abandonada es el adjetivo correcto, o lo más semejante) no he vuelto a pisar ningún lugar que me trajese algún recuerdo tuyo, o enfocándolo de otra manera, nuestros momentos, nuestros cortes en la línea del tiempo, nuestras propias vivencias y maneras de vivir, o como tú hubieras dicho: de sobrevivir. Recuerdo cuando me explicaste esto último, ¿sabes? aún me río recordando tus palabras, aquellas dichas con aquel tono de 'esto va en serio, aunque dicho por mí normalmente cualquier cosa pierde cualquier seriedad', literalmente dijiste: Día a día sobrevivimos, el hecho de vivir tan solo es un hecho biológico o de la naturaleza, o al menos para mí, es conformarse con respirar y realizar ciertas funciones, pero sobrevivir es simplemente conseguir diariamente que tu alma, e incluso tu mente no se quede en un punto muerto, significa que no te conformes con estar en stand by mientras las agujas del reloj corren y tú envejeces, que no es nada malo, pero que al menos la estancia en esta situación en la que hemos tenido el placer de habernos conocido, la vida, no haya sido un estado de transición mediocre. Te recordaré que ni tan siquiera algo malo supera a algo mediocre en inutilidad, algo bueno o malo al menos transmite algo, un sentimiento, algo a lo que aferrarse a la hora de revivirlo en un futuro, en cambio algo mediocre es algo que ni siquiera merece ser recordado, y eso es de lo más triste que puede haber." Que bonito aquel discurso dicho en el momento justo, como a ti te gustaba gusta, siempre con precisión ante todo.
Tanto tiempo y no se me pegó nada de aquello, pero aún hoy me doy cuenta de que el tiempo que invertiste en mí sirvió al menos para que luchara por lo que ansiaba, y eh, he conseguido todo aquello que alguna vez me propuse, la satisfacción que siento al poder decirlo es inmensa, tanto como el 'todo' que me brindabas con solo estar a tu lado. Mi definición de ese 'todo' es la comprensión, el cariño, mi soledad inapreciable al estar contigo , la calidez de tus brazos, el eco que producían en mí tus sabios consejos pese a que ni siquiera habías empezado a vivir de una forma propiamente dicha, creo que abarca demasiadas de las sensaciones y de los sentimientos que experimenté gracias a ti.
Y por eso aún hoy, estés en el lugar que estés, hayas decidido compartir tu vida con la persona que sea, te doy las gracias, una palabra poco equitativa para todo lo que tú me dabas, sé que es injusto y tal vez no esté siendo demasiado recíproca, pero espero que al menos todo lo que yo no supe completar en ti que lo complete alguien más sensato y con más corazón del que yo tuve por entonces.
Te quiere:
                "Alguien que susurraba tu nombre en noches de tormenta."